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/ Tecnología de vacunas de ARNm: idea desechada se convirtió en pilar en lucha contra Covid

19 de Abril, 2024

Matías Saavedra
Ingeniero de Patentes
Alessandri Abogados

La sostenibilidad de la salud en el mundo depende en gran medida de la interacción virtuosa entre la ciencia y la industria para adaptarse y desarrollar soluciones innovadoras. En esta interacción, las herramientas de propiedad industrial cumplen un rol fundamental al hacer público el nuevo conocimiento y viabilizar la toma de riesgos inherente a las actividades de innovación. La generación de conocimiento científico, muchas veces sin vislumbrarse su aplicación o valor, combinado con actividades empresariales que transforman dicho conocimiento en productos y servicios concretos disponibles para la sociedad, son un pilar fundamental en la generación de bienestar duradero para la humanidad.

La historia de la tecnología de ARN mensajero (ARNm) es un relato de perseverancia científica e innovación que revolucionó el desarrollo de vacunas. En un momento desestimada como una tecnología secundaria, el ARNm sintético finalmente emergió como una herramienta poderosa no solo en la lucha contra la pandemia de Covid-19, sino que en la sostenibilidad de la salud y el bienestar humano. Sin embargo, convertir una promesa científica en realidad médica supuso un camino más difícil de lo que muchos suponían. La historia comenzó hace tres décadas, con una científica perseverante.

Antes de que la tecnología del ARN mensajero se convirtiera en una idea multimillonaria, constituyó un aparente callejón sin salida en la carrera de Katalin Karikó, una científica de origen húngaro responsable de un descubrimiento clave en su desarrollo posterior.

Katalin Karikó sostenía la siguiente idea: en el mundo natural, el cuerpo depende de millones de proteínas diminutas para mantenerse vivo y sano y utiliza las moléculas de ARNm para indicar a las células qué proteínas deben fabricar. Si uno pudiera diseñar su propio ARNm, un ARNm sintético, podría, en teoría, secuestrar “hackear” ese proceso y crear cualquier proteína que deseara: anticuerpos para vacunar contra una infección, enzimas para revertir una enfermedad rara o agentes de crecimiento para reparar el tejido cardíaco dañado, entre incontables posibilidades. Mediante la inyección en un ser humano de una molécula de ARNm sintético con ajustes precisos y deliberados, cualquier célula del cuerpo podría transformarse en una fábrica de fármacos a la carta.

A pesar de la potencialidad de su línea de investigación, Katalin Karikó no recibió apoyo ni financiamiento, lo que tuvo consecuencias en su carrera académica.

Y es que el desarrollo del uso médico del ARNm venía acompañado de notables dificultades y desafíos: el ARNm sintético es una molécula muy vulnerable a las defensas naturales del organismo, lo que significa que probablemente se destruye mucho antes de llegar a las células objetivo. Y, lo que es peor, el ARNm sintético es reconocido por el organismo como un agente extraño y, por ende, puede provocar una respuesta inmunitaria intensa y desproporcionada que convertiría una eventual terapia en un riesgo evidente para la salud de los pacientes.

Sin embargo, Katalin Karikó perseveró en la búsqueda de una solución. Luego de más de una década de investigación en la Universidad de Pensilvania, Karikó, junto a su estrecho colaborador, el inmunólogo Drew Weissman, descubrió una solución para el talón de Aquiles del ARNm. Mediante algunos cambios en sus componentes, lograron crear un ARNm sintético híbrido capaz de ingresar a las células sin alertar a las defensas del organismo, y por lo tanto sin crear una respuesta inmune peligrosa.

Contrariamente a lo que se podría pensar, este descubrimiento, descrito en una serie de artículos científicos publicados a partir de 2005, pasó inadvertido, sin generar entusiasmo en la comunidad científica. A pesar de esto, Karikó y Weissman nuevamente perseveraron y decidieron proteger su desarrollo mediante patentes de invención, fundando en el año 2006 una compañía denominada RNARx para explotarlas. Desgraciadamente para ellos, la persistente falta de interés en el ambiente científico y empresarial por la incipiente tecnología precipitó el cierre temprano de la compañía debido a la falta de financiamiento.

Con el tiempo, el conocimiento generado por Karikó y Weissman eventualmente llegó a manos de tres científicos claves, quienes continuaron con su desarrollo: Derrick Rossi, investigador post-doctoral de 39 años en la universidad de Stanford (EE.UU) y la pareja formada por Ugur Sahin y Özlem Türeci, dos médicos investigadores y emprendedores Alemanes de origen turco.

Rossi fue pieza fundamental en la fundación de la compañía biotecnológica Estadounidense Moderna (en el año 2010), y la pareja Sahin- Türeci creó la compañía Alemana BioNTech en el año 2008, que más adelante se asoció con Pfizer. Ambas compañías adquirieron licencias de las patentes de Karikó y Weissman y terminaron creando y comercializando vacunas viables basadas en la tecnología del ARNm, claves en la lucha contra la pandemia de COVID19 (enfermedad por Coronavirus año 2019, por sus siglas en inglés) generada por el virus SARS-Cov2 (Coronavirus 2 causante de síndrome respiratorio agudo severo, por sus siglas en inglés), las vacunas Moderna y Pfizer-BioNTech. Dichas vacunas, basadas en la tecnología del ARNm, permiten que las propias células de los pacientes fabriquen una proteína inofensiva presente en la superficie del virus SARS-CoV-2, denominada “de espiga”, la cual es reconocida por el sistema inmunológico, generando una respuesta inmunitaria funcional y efectiva, que atenúa los efectos de la enfermedad y disminuye la probabilidad de contagio.

La idea del ARNm sintético, alguna vez desestimada, tanto por la comunidad científica como por el mundo financiero y empresarial, se convirtió en una historia de éxito, de aquellas que junto a otros ejemplos notables puede contribuir al interés de niños y niñas para perseguir carreras profesionales ligadas al mundo STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés).

Producto de su notable aporte a la salud mundial, Katalin Karikó y Drew Weissman ganaron el premio Nobel de Medicina 2023.