/ Columna de Rodrigo Velasco Alessandri en Rolling Stone: ¡La música chilena está viva!
20 de Octubre, 2010Revista Rolling Stone, número 151, octubre 2010
A propósito del proyecto de ley que busca garantizar un porcentaje mínimo de música nacional en las radios -discusión legislativa a la que nos referimos en El Mostrador-, varios artículos de prensa han abordado la pregunta que surge inmediatamente ante una iniciativa de este tipo: ¿y qué entendemos por música chilena?
La sola lectura de la gran mayoría de estos análisis resulta ilustradora de la falta de difusión que aqueja actualmente a nuestra industria local. Artículos y opiniones que muestran a la “música chilena” como una de autores muertos, de intérpretes octogenarios o estilos del siglo XIX; clásicos de antaño que deberían escucharse casi como forma de conservación patrimonial. Nada que destacar en los últimos 10 ó 20 años. Ni una palabra para Camila Moreno, Nano Stern, Chinoy, Manuel García, Fernando Milagros, Francisca Valenzuela, Gepe, Juanafé o PedroPiedra; las óperas de Sebastián Errázuriz, el jazz de Cuturrufo y Jordán, el folclor de Pascuala Ilabaca y las cuecas bravas de 3×7 veintiuna, los conciertos contemporáneos de Zamora o Vergara, en fin.
Alabados por la crítica, incluyendo nominaciones al Grammy y reconocimientos de toda índole, muy pocos superan los 40 años de edad. ¡La música chilena está viva! Es real, de personas de carne y hueso, no tiene olor a naftalina o discurso oficial. Simplemente no la conocemos. No aparece en TV, no la tocan en la radio. Está escondida entre picadas y jóvenes de guitarra al hombro que buscan una oportunidad. ¿Cuáles son los mecanismos adecuados para asegurar una diversidad mínima en la oferta de nuestros medios, que permita a nuestros actuales y futuros músicos difundir razonablemente su trabajo en su propio país? Esa es la discusión de fondo, y ya sea el 7% actual o el 50% brasileño (¿causa o consecuencia?), por seguro seguirá siendo un segmento más que competitivo. 150 mil jóvenes estudian artes en Chile mientras discutimos el punto.
Si no lo entendemos y seguimos pensando que la “música chilena” tiene sonido gatofónico y aires de museo, seguiremos viendo perderse a nuestros talentos o partir al extranjero, igual que atletas nacionalizándose por falta de apoyo o mejores expectativas en su propia patria, sin una plataforma mínima para ser capaces de competir con la industria internacional. Lo cierto es que hasta hoy el Fondart financia discos que nadie escucha, y el subsidio directo a la producción pierde todo sentido sin una industria privada que profesionalice la promoción y difusión, más aún en mercados regulados como las concesiones de radio y TV.
La diversidad cultural y la identidad nacional de todos los pueblos y del nuestro en particular, en un mundo globalizado e hiper-conectado, es un tema nuevo. El tratado de UNESCO es recién de 2001. No nos engañemos: éste es un tema de futuro, no de pasado.
Septiembre 2010